15 LA FILOSOFIA EN LA CIENCIA
3. "El Sol constituye alrededor
del 99.86% de la masa del sistema solar. Aunque parezca un gigante ardiente,
es, de hecho, una estrella de tamaño medio. Existen estrellas, como
Betelgeuse y VY Canis Majoris, que son cientos de veces más grandes."
La Revolución Científica
Definición
Por Mark Cartwright,
traducido por Waldo Reboredo Arroyo
La Revolución
Científica fue un movimiento que desarrolló un nuevo modelo de abordar la
adquisición de conocimientos, al que se denominó método científico. Iniciada
en Europa alrededor de 1500
se extendió y difundió por todo el mundo hasta 1700, distinguiéndose por
emplear tecnologías inéditas como el telescopio para observar, medir y
comprobar objetos nunca antes vistos. Gracias al desarrollo de
instituciones dedicadas a fomentar las ciencias, los científicos pudieron
incrementar la cantidad de experimentos que realizaban y compartir sus ideas,
haciéndolos cada vez más acertados. Hacia el final de esta
"revolución" la ciencia había reemplazado
a la filosofía como método
principal de obtención de conocimientos frescos y de producir mejoras para la
condición humana.
Cómo definir “revolución”
Precisar una fecha de
comienzo y final de la Revolución Científica constituye un problema. No
todos los historiadores concuerdan en fechas exactas debido a que la
“revolución” no fue un único evento dramático, sino más bien una larga y
gradual serie de descubrimientos y de cambios en las actitudes relacionadas
con el conocimiento. El período comprendido entre los siglos XVI y XVII,
tomado de conjunto, cubre de manera general la mayoría de los sucesos y
hallazgos pertinentes. Además, se confronta la dificultad de hallar una
manera de designar estos hechos, pues no se trató de una
"revolución" en el sentido usual del término. Sus
características no coinciden con las de un movimiento en el que participan
todas las clases de diversos lugares durante un período corto de tiempo que
comparten un objetivo definido que se logra alcanzar a la postre. Más
bien, desde 1500 hasta alrededor de 1700 hubo un notable cambio gradual en la
forma en que los pensadores enfocaban la adquisición de saberes acerca del
mundo que los rodeaba. Los historiadores de la modernidad a menudo
evitan el empleo de un vocablo tan dramático como el de
"revolución" para describir el conjunto de profundas modificaciones
que se producen en el comportamiento humano, puesto que una palabra tan
abarcadora comporta un innecesario bagaje de significados y enmascara ciertas
anomalías; y no menos en este caso, en que la "revolución", nunca
llegó a ser total, ni logró consumarse. Sin embargo, la más somera de
las valoraciones deja claro que se produjo una inflexión trascendental entre
la manera en que se realizaba el acopio de sabiduría antes de la Revolución
Científica y la forma en que se ha cosechado desde entonces.
A lo largo de los dos
siglos que duró la Revolución Científica, los filósofos naturalistas que aún
se adherían a la sabiduría de la antigüedad fueron cediendo de manera
paulatina su importancia a los científicos empíricos, quienes empleaban
instrumentos de investigación como el telescopio y el barómetro para poner a
prueba sus hipótesis y más tarde compartir y revisar sus hallazgos. El
empleo de estos procedimientos les permitió formular leyes universales que
podían someter a comprobaciones posteriores, las cuales utilizaron para
predecir los resultados de la siguiente serie de experimentos. En
particular, las matemáticas llegaron a dominar el pensamiento a medida que
los métodos más tradicionales para la obtención de saberes como la magia,
la alquimia, y la
astrología, se fueron rechazando en favor de una experimentación más
objetiva, empírica, y fundamentada en la experiencia. Además, de manera
creciente, las primeras mentes modernas miraban por fin hacia el futuro en
vez de hacia el pasado, y barrían al gran trio de pensadores de la antigüedad
formado por Aristóteles (384-322
a.C.), Claudio Ptolomeo (en torno
a 100 – en torno a 170 d.C.) y Galeno (129-216 d.C.), que había
mantenido su autoridad a través de la Edad Media.
se
produjeron cambios trascendentales en la forma en que la gente veía los
flamantes mundos que los científicos estaban poniendo al descubierto.
Instrumentos como el
reloj de péndulo y el termómetro permitieron medir con precisión el mundo
circundante, mientras los aparatos ópticos revelaban aspectos antes
inimaginables, entre los que se contaba la verdadera naturaleza de la
superficie de la Luna y la intrincada anatomía de insectos diminutos. En
todos estos sentidos se produjo, en efecto, una "revolución" que
resultó en que se desecharan las antiguas teorías cuya autenticidad se había
mantenido desde la antigüedad, y se reemplazaran con otras por completo
originales, que se fundamentaban en recién estrenados descubrimientos,
metodologías y campos de es El método científico
La reconsideración de
la forma en que debía adquirirse y comprobarse el conocimiento constituyó una
característica distintiva del cambio de mentalidad durante la Revolución
Científica. Desde tiempos de la antigüedad se habían llevado a cabo experimentos
prácticos, pero a lo largo de la Edad Media llegó a dominar un acercamiento
teórico al saber, antaño iniciado por pensadores como Aristóteles. Los
debates verbales habían pasado a ser más importantes que lo que se podía
observar directamente en el mundo. Además, los filósofos naturalistas se
habían interesado en por qué ocurrían las cosas, en vez de
determinar primero qué era lo que ocurría realmente en la
naturaleza y cómo sucedía. El filósofo y estadista
inglés Francis Bacon (1561-1626) fue
uno de los primeros en cuestionar este enfoque.
existía
una naciente confianza en que la tecnología y las ciencias podían proveer
todas las respuestas que requería la humanidad.
Bacon propugnó un
enfoque más sistemático y práctico, en que las consecuencias empíricas y
observables de los experimentos se comparaban y evaluaban mediante el
razonamiento, para después someterse a una libre revisión por otros investigadores. El
objetivo principal de este proceso debía ser comprobar la validez de los
conceptos existentes y forjar una nueva comprensión del mundo circundante, de
manera de producir mejoras prácticas para la vida de los seres
humanos. Por estas razones se considera a Bacon uno de los fundadores de
la investigación científica moderna y del método científico, e incluso como
el "padre de las ciencias modernas". El planteamiento de Bacon
se convirtió en realidad, pero con las importantes adiciones de la hipótesis
como parte del proceso de experimentación, la aplicación de las
matemáticas para formular leyes universales, y la agregación de nuevas
tecnologías para expandir el alcance de los sentidos.
Al final, el método
científico llegó a componerse de los siguientes elementos clave:
- La
realización de experimentos prácticos.
- La
realización de experimentos no prejuiciados por la pretensión de probar
resultados preconcebidos.
- El
empleo del pensamiento deductivo (la creación de una generalización a
partir de ejemplos específicos) para conformar una hipótesis (una teoría
no comprobada), que se ensaya mediante experimentos, y luego se
acepta, altera, o rechaza sobre la base de evidencias empíricas
(observables).
- La
realización de múltiples experimentos ejecutados en diferentes lugares
por personas distintas para confirmar la confiabilidad de los
resultados.
- La
libre y crítica revisión de los resultados de los experimentos, realizada
por pares.
- La
formulación de leyes universales (mediante razonamiento inductivo o
lógica) con el empleo, por ejemplo, de las matemáticas.
- La
aspiración de obtener beneficios prácticos a partir de los experimentos
científicos y la creencia en la idea del progreso científico.
(Nota: los criterios
enunciados arriba se expresan en términos lingüísticos modernos, que no son
necesariamente los que habrían empleado necesariamente los científicos del
siglo XVII puesto que la revolución en las ciencias también ocasionó una
revolución en el lenguaje utilizado para describirla)
El microscopio de Robert Hooke
Science Museum, London (CC BY-NC-SA)
Invenciones importantes
La Revolución
Científica fue testigo de un gran número de invenciones, es decir, de
innovaciones tecnológicas que no solo les permitieron a los nuevos
científicos descubrir aspectos desconocidos del mundo, sino además
proporcionarles formas de medir, comprobar y evaluar esos fenómenos
inexplorados. Las invenciones más importantes de la Revolución
Científica incluyen:
- el
telescopio (en torno a 1608)
- el
microscopio (en torno a 1610)
- el
barómetro (1643)
- el
termómetro (en torno a 1650)
- el
reloj de péndulo (1657)
- la
bomba de aire (1659)
- el
reloj de muelle de espiral (1675)
Descubrimientos importantes
Los científicos de
numerosos países realizaron gran número de descubrimientos mediante el empleo
de las invenciones mencionadas y otras más, y engendraron campos
especializados de estudio, entre los cuales se contaban la meteorología,
la anatomía microscópica, la embriología, y la óptica.
El italiano Galileo Galilei (1564-1642)
fabricó el más potente de los primeros telescopios, y con él descubrió las
montañas y valles de la superficie de la Luna, que antes se pensaba que
estaban compuestas por algún tipo de sustancia desconocida. Galileo
identificó cuatro lunas del planeta Júpiter y las fases
de Venus. También observó
manchas solares que lo condujeron a sugerir que el Sol era una esfera en
rotación. El alemán Johannes Kepler (1571-1630) creó un innovador tipo
de telescopio que empleaba dos lentes convexas, el cual utilizó para
estudiar los cuerpos celestes y confirmar la concepción heliocéntrica de
nuestra galaxia, propuesta anteriormente por Nicolás Copérnico (1473-1573
d.C.). Por fin se demostró que el modelo geocéntrico de Tolomeo era
erróneo. Además, Kepler determinó que los planetas se trasladaban a lo
largo de órbitas elípticas, y no circulares.
El astrónomo italiano
Gian Domenico Cassini (1625-1712) identificó espacios entre los anillos
de Saturno. Johannes
Hevelius (1611-1687) en Danzig, la actual Gdansk, descubrió la primera estrella variable y creó un mapa detallado de la superficie de la Luna. En 1677
el astrónomo inglés Edmund Halley (1656-1742) estableció un observatorio en
la isla de Santa Helena, en el Atlántico sur, y trazó el primer mapa de las
estrellas meridionales con el empleo del telescopio. Halley también
descubrió la aceleración de la Luna, advirtió el movimiento relativo de las
estrellas (movimiento propio), e identificó al cometa de 1682 como el mismo
que se había observado en 1607 y El prisma de Newton Marcellus Wallace (CC BY)
El científico
inglés Isaac Newton (1642-1727)
inventó el telescopio reflector en 1668, que empleaba un espejo
curvado. Newton descubrió que la luz blanca estaba compuesta por un
espectro de luces de distintos colores, y formuló su teoría universal de la
gravedad, que explicaba la razón por la que los objetos caen sobre la
tierra y la causa por la que los cuerpos celestes se mueven de la forma en
que lo hacen.
La invención del
microscopio, en muchos sentidos el inverso natural del telescopio, se
acredita por lo general al fabricante de lentes Hans Lippershey (en torno
a 1570 - en torno a 1619), que entonces vivía en Países Bajos. En
1661 el italiano Marcello Malpighi utilizó el microscopio para descubrir los
vasos capilares del sistema sanguíneo, que constituían el eslabón
faltante entre arterias y venas y confirmaban el descubrimiento de la
circulación sanguínea realizado por William Harvey. Se demostró que las
explicaciones de Galeno acerca del funcionamiento del cuerpo humano eran
por completo inadecuadas y de manera flagrante, erróneas.
El experimentador
inglés Robert Hooke (1635-1703) utilizó su microscopio para crear
sensacionales dibujos de mundos en miniatura hasta entonces desconocidos que
se publicaron en su Micrographia, en 1665. El holandés
Antonie van Leeuwenhoek (1632-1723) desbrozó el camino para la fabricación de
un tipo distinto de microscopio que empleaba un glóbulo de cristal en calidad
de lente, lo cual le proporcionaba un aumento de una magnitud muy
superior a la que hasta entonces se consideraba posible. Leeuwenhoek
descubrió bacterias, protozoos, los glóbulos rojos, los espermatozoides, y la
manera en que se reproducían diminutos insectos y parásitos. Otro
microscopista holandés, Jan Swammerdam (1637-1680), descubrió que la oruga
contenía lo que al sufrir la metamorfosis pasaba a ser las alas de la
mariposa. Por último, Nehemiah Grew (1641-1712) fue el fundador de la
anatomía de las plantas, a partir del minucioso estudio que realizó sobre sus
órganos sexuales.
El barómetro fue
inventado en 1643 por el italiano Evangelista Torricelli (1608-1647), que les
permitiría a los científicos comprender el fenómeno de la presión
atmosférica. El francés Blaise Pascal (1623-1662) empleó un barómetro para
demostrar que la presión de aire cambia con la altura. El alemán Otto
von Guericke (1602-1686) notó que la presión de aire variaba en dependencia
de las condiciones del tiempo. El barómetro recibió su nombre del
científico inglés Robert Boyle (1627-1691), quien también investigó las
bombas de aire. Boyle y su asociado Robert Hooke lograron demostrar la
existencia del vacío y sometieron toda clase de especímenes a cambios de
presión dentro de su bomba de aire. De esta manera Boyle pudo formular
un principio universal que se conoció como "ley de Boyle", que
establece que, a temperatura constante, la presión ejercida por cierta
cantidad de aire varía de manera inversamente proporcional respecto a su
volumen.
Bomba de aire de Boyle
Unknown Artist (Public Domain)
Un artilugio
relacionado, el termómetro líquido, se inventó en Florencia alrededor de
1650. El instrumento transformó la medicina al permitir a los médicos
medir la temperatura de un paciente con más precisión que un mero
calificativo de "caliente", "frío" o
"normal". El dispositivo posibilitó llevar a cabo muchos tipos
de experimentos, así como la medición y comparación de sus resultados.
El primer modelo
funcional del reloj de péndulo fue inventado por el holandés Christian
Huygens (1629-1695) en 1657. En el reloj de péndulo la regularidad de
las oscilaciones pendulares controla con exactitud la caída de un
peso. Los mejores relojes de péndulo mostraban una variación máxima de
15 segundos al día, en comparación con los 15 minutos que presentaban los
relojes mecánicos. La medición del tiempo alcanzó mayor precisión con la
invención en 1675 de relojes portátiles que empleaban un muelle
espiral. Este gran avance en la precisión no solo ayudaba a los
científicos a mejorar la monitorización de sus experimentos y a cronometrar
las observaciones de objetos en el espacio, sino que también revolucionó para
todos el significado mismo del tiempo. Este constituyó el primer paso
hacia la definición de una hora universal, con la cual aparecieron en
nuestras actividades diarias los conceptos de estar adelantado, estar en hora, o
estar retrasado.
Institucionalización de las ciencias
Otro desarrollo clave
de la Revolución Científica, aparte de la metodología y las tecnologías
nuevas, fue la creación de organismos dedicados en específico a la
investigación. En aquella época las universidades, con la posible
excepción de los departamentos de medicina, no se ocupaban de realizar
investigaciones, sino solo de enseñar. Se requería gestar un tipo de
institución donde los científicos pudieran trabajar juntos, compartir sus
hallazgos, y lo más importante: recibir fondos para realizar sus
trabajos. De esta manera surgieron academias y sociedades que
proliferaron por toda Europa. La primera de estas sociedades fue la
Academia del Cimento, fundada en Florencia en 1657. Pronto siguieron
otras, de manera insigne la Royal Society de Londres, en 1663, y la Real
Academia de Ciencias de París, en 1667. Los responsables de la fundación
de la Real Academia acreditaron la idea a Bacon y seguían con entusiasmo los
principios de su método científico, tanto como su énfasis en compartir y
comunicar datos y resultados científicos. La Academia de Berlín se fundó
en 1700 y la Academia de San Petersburgo en 1724. A medida que el
moderno método científico ganaba fuerzas las recién estructuradas academias y
sociedades se constituyeron en focos de una red internacional de científicos
que intercambiaban correspondencia, examinaban los trabajos de sus
colegas, e incluso se visitaban en sus respectivos laboratorios y
observatorios. El público también se involucró: de manera indirecta a
través del acceso a publicaciones periódicas y a libros, o de forma
directa, al abrirse la oportunidad de asistir a la realización de
experimentos y demostraciones en las oficinas principales de las sociedades,
o en el campo de investigación.
 Fundación de
la Academia Francesa y del Observatorio de París
Henri Testelin
(CC BY-NC-SA)
Las invitaciones a
extranjeros a participar en la membresía de estas sociedades demuestran la
existencia de un incremento en la cooperación internacional durante la
Revolución Científica. Se efectuaron intentos de estandarizar ciertos
experimentos a través de fronteras, y de normalizar los instrumentos
empleados por diferentes científicos. Por ejemplo, el alemán Daniel
Gabriel Fahrenheit (1686-1736) diseñó la escala Fahrenheit para los
termómetros alrededor de 1714. Anders Celsius (1701-1744), de Suecia, inventó
una escala rival, pero aun así disponer de dos escalas termométricas
representó un inmenso adelanto respecto a la época inicial, en que los
científicos de diferentes países utilizaban sus propias gradaciones, con la
consecuencia de que la comparación de resultados resultaba en extremo
difícil. También hubo cooperación entre los científicos a pesar de que
pertenecieran a imperios que se reconocían como adversarios; por demás, fue a
través de esas potencias coloniales, sobre todo la holandesa, la francesa
y la británica, que las ideas de la Revolución Científica se diseminaron más
allá de Europa.
Reacción al método científico
La reacción a la
Revolución Científica no siempre fue positiva. Algunos intelectuales se
mostraron escépticos acerca de la confiabilidad de los novedosos instrumentos
científicos. Restaban los que en general desconfiaban de la
experimentación, quienes insistían en que los sentidos podían inducirse a
confusión, pero no los razonamientos de la mente. René Descartes (1596-1650) se
contaba entre los recelosos, pero en todo caso hay que acreditarle tanto a él
como a otros filósofos naturalistas que cuestionaban el valor del trabajo de
los experimentadores prácticos, la creación de una nueva y perdurable
división entre la filosofía y lo que hoy denominaríamos ciencia. El uso
del término "ciencia" no estaba muy difundido en el siglo XVII;
antes, muchos experimentadores se referían a sí mismos como practicantes de
la "filosofía experimental". El primer empleo en inglés del
término "método experimental" se produjo en 1675. El
desarrollo de estos conceptos ilustra que se generaba una ruptura entre los
pensadores teóricos y los prácticos.
Algunos incluso
disputaban si la humanidad debía andar sondeando un mundo nunca antes visto,
el cual consideraban debía permanecer tema de Dios. Se produjo un
enfrentamiento entre las ciencias y la religión en lo tocante a la manera en
se organizaba el universo. Las figuras de la Iglesia preferían aferrarse
a la idea de que la Tierra y la humanidad debían estar en el centro del
universo, lo que condujo a que pensadores como Galileo, que apoyaba el
modelo heliocéntrico de Copérnico, fueran juzgados culpables de
herejía. Sin embargo, la mayoría de los científicos eran cristianos y no
deseaban desafiar las enseñanzas de la Biblia. Lo único que querían muchos
de estos investigadores era explicar cómo estaba constituido el
universo. De hecho, algunos argüían que el telescopio y el microscopio
demostraban cuán intrincada era la vida, por lo que pensaban que se requería
mostrar un mayor asombro ante la obra de Dios.
Aún quedaba espacio
para Dios en este flamante mundo científico. Pensadores como Isaac
Newton, por ejemplo, solo podían explicar que la gravedad movía los planetas,
pero no cuál era el origen de la gravedad, ni por qué razón
existía. Subsistían muchos límites para la sapiencia humana. Ahora
los médicos sabían por qué se manifestaban ciertas enfermedades, pero el
entendimiento sobre cómo curarlas era insuficiente. El gran problema de
determinar la longitud geográfica para que los navegantes pudieran ubicar su
posición en cualquier parte del mundo se mantenía sin
solución. Resultaba frustrante que en muchas áreas la participación de
la tecnología se mantuviera muy reducida.
Telescopio espacial Hubble - Ruffnax - NASA (Public Domain)
Hacia el futuro
Los nuevos instrumentos
científicos dieron lugar a que los descubrimientos se produjeran con rapidez
y en grandes números, y a menudo causaban asombro al mostrar la enorme
complejidad de la vida. Los telescopios, en un extremo de la escala, y
los microscopios, en el otro, revelaron que se requería una completa
renovación de los sistemas de mediciones para que la mente humana pudiera aprehender
la escala de los prodigios del universo visible. Hasta entonces se había
empleado el cuerpo humano como patrón de medidas, pero pronto se requerirían
los nanómetros y los años luz. Se produjeron cambios trascendentales en
la forma en que la gente de todas las clases veía los mundos nuevos a los que
los científicos abrían acceso. La situación se aprecia con mayor
claridad en la ficción popular del período, que comenzó a discutir
intrigantes además de perturbadoras ideas acerca de la infinitud del universo, o
de que parásitos muy pequeños podían padecer de parásitos aún más menudos,
que a su vez podían hospedar parásitos todavía más diminutos. ¿Sería
posible viajar alguna vez a la Luna? Dado que la Tierra ya no era el
centro del universo, ¿no significaba esto que podían existir otros planetas
con otras formas de vida?
Sin embargo, en medio
de toda esta perplejidad, se encontraba muy extendida, sobre todo entre los
científicos, una lozana confianza y creencia en que con el tiempo la
tecnología y las ciencias podían proveer a la humanidad con todas las
respuestas que necesitaba para vivir mejor, más tiempo, y con mayor
felicidad. Los originales mecanismos de relojería de sofisticados
engranajes, el empleo de bombas de aire actuadas por pistones, y el
descubrimiento de la fuerza ejercida por la presión de aire inspiraban de
conjunto a los ingenieros a inventar innovadoras máquinas como la de vapor,
mientras otra revolución, incluso de mayor magnitud, asomaba en el
horizonte: la Revolución Industrial británica.
La Revolución
Científica tuvo otro efecto perdurable, que fue el establecimiento de la
ciencia como el método más reconocido para descubrir la verdad, posición dominante
que mantiene hasta hoy. Cuando se habla de teorías, hipótesis, leyes de
la naturaleza, pruebas, hechos, progreso, empleamos los términos que se
acuñaron durante la Revolución Científica. Hoy día resulta impensable
debatir sobre el tema del conocimiento sin utilizar esos términos y ahí,
quizás, yace el verdadero legado de esta revolución de ideas, métodos y
tecnología.
Preguntas y respuestas
¿Qué tres aspectos caracterizan la Revolución Científica?
La Revolución Científica puede caracterizarse por los tres
aspectos siguientes: el uso de la tecnología para observar nuevos objetos, el
empleo de las matemáticas para definir leyes universales de la naturaleza y
la práctica de someter a revisión por especialistas de igual calificación los
resultados de los experimentos, con el objetivo de hacer más fidedigna la
información.
¿Cuándo comenzó y terminó la Revolución Científica?
Los historiadores no concuerdan acerca de las fechas de inicio
y fin de la Revolución Científica, pero la mayoría de las opiniones concurren
en que se produjo en el período comprendido entre 1500 y 1700.
¿Cómo puede explicarse la Revolución Científica a los jóvenes?
Una breve explicación de la Revolución Científica sería que
los nuevos instrumentos, como los telescopios, les permitieron a los
científicos realizar experimentos prácticos, razón por la cual los filósofos
dejaron de ser el grupo que dominaba la búsqueda de conocimientos. Otras
características de esta revolución fueron la introducción de mejoras en la
vida cotidiana, el empleo de las matemáticas y la revisión de la información
por científicos de equivalente calificación.
¿Puede considerarse la Revolución Científica como una
revolución?
La Revolución Científica constituyó una revolución en el
sentido que se descartaron antiguas teorías y métodos, se abrieron nuevos
campos de investigación gracias a las nuevas tecnologías y el método
científico se instituyó como la mejor manera de ampliar el conocimiento
humano; es decir, que otros investigadores de igual calificación sometieran a
revisión los experimentos que los científicos realizaban bajo condiciones
controladas.
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